viernes, 26 de abril de 2013
CONTEXTO DEL ROMANTICISMO EN ARGENTINA
BUENOS AIRES VERSUS LAS PROVINCIAS
Entre 1820 y 1830, la Argentina estaba independizada, pero disgregada enfrentando estallidos de guerra civil. La inestabilidad política era el resultado de las posturas encontradas entre el interior y Buenos Aires y su permanente medición de fuerzas.
Las provincias, lideradas por caudillos que buscaban una organización federal de la Nación, se oponían a las pretensiones de Buenos Aires de ejercer un poder centralizado y hegemónico, basado en la supremacía económica estratégica que le daba el puerto. Esta etapa se caracterizó por la sucesión de períodos en los que existía un gobierno nacional y otros en los que las provincias se declaraban autónomas. Federales y unitarios chocaban, en congresos y batallas, tratando de imponer sus ideas acerca de un gobierno nacional unificado. Entre los primeros, se destacaron Juan Manuel de Rosas, hacendado bonaerense, y Facundo Quiroga, caudillo riojano que llegó a tener un poder militar y político muy importante en el interior.
En 1826, se promulgó una Constitución de marcado tinte unitario, fue rechazada por parte de las provincias. El país vivía una situación crítica por la imposibilidad de lograr la organización nacional y por los problemas económicos y de política exterior (la guerra con el Brasil por la Banda Oriental). El gobierno nacional no existía, y la capacidad para manejar las relaciones exteriores recayó en Buenos Aires, a cargo del federal Manuel Dorrego.
LA GUERRA CIVIL
La paz con el Brasil, firmada en 1828, originó un levantamiento unitario comandado por el general Juan Lavalle, quien asesinó a Dorrego. Las provincias consideraron esta muerte una traición y decidieron enfrentarse al poder unitario. Así se inició la guerra civil. Lavalle se unió a José María Paz, quien luchaba contra los caudillos; mientras, en Buenos Aires, el poder de Rosas crecía y comenzaba el exilio de los unitarios.
En 1829, la Junta de Representantes eligió a Rosas gobernador de la provincia y le dio facultades extraordinarias para enfrentar los conflictos internos. La escena política nuevamente planteaba un cambio: Buenos Aires, gobernada por un poderoso caudillo federal que contaba con el apoyo incondicional del campo; el interior, bajo el dominio unitario logrado con la campaña exitosa de Paz, quien había vencido a Juan Bautista Bustos y a Facundo Quiroga.
La Liga Unitaria reunió a Córdoba, Salta, Tucumán, Catamarca, Mendoza, San Juan, San Luis y Santiago del Estero, con el fin de constituir un gobierno nacional. Como contrapartida, Buenos Aires y las provincias del litoral firmaron, en 1831, el Pacto Federal en el que se comprometieron a actuar conjuntamente frente a toda agresión externa y a organizar el país bajo el sistema federal cuando las condiciones de paz lo permitieran.
Mientras tanto, nada se planificaba sobre economía, y la industria nacional sufría la entrada irrestricta de mercaderías del exterior. Las provincias signatarias del Pacto declararon la guerra a Paz y lo vencieron. El Pacto Federal recibió a las provincias de la vencida Liga Unitaria y formaron una Confederación, base de la futura organización nacional.
EL PRIMER GOBIERNO DE ROSAS
Durante el primer gobierno de Rosas, el país no estaba organizado como una nación, sino que las provincias se habían enfrentado firmando por un lado la Liga Unitaria (Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis, Tucumán, Salta y Mendoza) y por el otro lado el Pacto Federal (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes).
El 6 de diciembre de 1829 la legislatura eligió a Rosas gobernador y le otorgaron facultades extraordinarias. Desde el principio declaró enemigo al partido unitario, y utilizó la famosa divisa: “El que no está conmigo, está contra mí” para atacarlos. Por lo que puso a su favor a los burgueses, conservadores y reaccionarios, a los católicos, a los gauchos descontentos, a los indios, a la plebe urbana y a parte de la población rural. Rosas apareció como un restaurador, debido a la actitud de desprecio, de violación de derechos que habían dado los anteriores gobiernos. En su contra aparecieron los unitarios, los jóvenes ilustrados, los liberales, los militares y viejos patricios de la revolución.
Su gobierno era centralista, respetuoso de los señores feudales siempre y cuando estos le estuviesen sometidos. Tenía un criterio proteccionista antieuropeo, de un nacionalismo estrecho, y reacio a los cambios y a lo extranjero. Su primera medida en el gobierno, de hecho, fue suprimir la libertad de prensa y adueñarse de ella. Sin embargo este primer periodo fue solo una imagen de lo que sería el segundo término, ya que aquí Rosas no tenía experiencia verdadera en la política.
Así es que en 1832 Rosas impide que la Comisión Representativa convoque a un congreso general para organizar la república. La idea de Rosas era que el país no estaba en condiciones de entrar en una organización general; debía mantenerse la unión de las provincias sólo con el Pacto Federal. “Debemos existir y después organizarnos”, era su argumento.
EL SEGUNDO GOBIERNO DE ROSAS
Rosas terminó su primer gobierno en 1831 y no aceptó la reelección, pues no se le renovarían las facultades extraordinarias.
En 1834, se produjo una guerra civil entre Tucumán y Salta, provincias federales. Rosas envió a controlar la situación a Quiroga, quien murió asesinado en Barranca Yaco, en 1835. Ese mismo año, la Legislatura nombró gobernador a Rosas; le otorgó, dado el recrudecimiento de las luchas, la suma de los poderes públicos y extendió su mandato a cinco años. Pero este segundo período, comenzado en 1835, culminó recién diecisiete años después, en 1852, con la batalla de Caseros.
Rosas ejerció un gobierno conservador de carácter paternalista y cerrado a todo lo exterior. La organización fue centralista, a pesar de que se hablaba del país como de una Federación, y esto acrecentó el sentido de unidad. Si bien Rosas era gobernador de Buenos Aires, reunía las atribuciones de un presidente y su mandato, de hecho, tenía alcance nacional: así, por ejemplo, manejaba las relaciones exteriores, el vínculo con la Iglesia y la economía a partir del control de la Aduana e intervenía las provincias que se le opusieran. Algunas de estas condiciones vigentes durante un período de tiempo tan extenso fueron conformando la unidad nacional.
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